domingo, 4 de noviembre de 2012

El final de nuestras vidas

Ambos habíamos acabado por aquéllas cosas extrañas de la vida en unas calles perdidas de Madrid. Buscábamos algo, o quizá solo paseábamos. Soltándome de su suave mano, me adentré en un portal cualquiera.
Las paredes estaban amarillentas y en el deslucido papel pintado de flores, avejentado por el tiempo había pósters pegados. Los rectángulos de papel mostraban mujeres desnudas, o semidesnudas, con ese estilo añejo y ochentero de las peliculas porno antiguas. Originales nombres de originales directores, decoraban el encabezado. Sonreí levemente y se lo señalé a mi acompañante.
Decidido a seguir explorando me adentré en las tenebrosas sombras de la escalera. La única luz que ayudaba a pisar correctamente los peldaños, provenía de una cristalera de vidrios polvorientos situada encima de la puerta.
Todo en aquel edificio se traducía en una palabra: abandono. En el descansillo del primer piso, me encontré en el centro de un pasillo, que se extendía a mi izquierda y derecha. Más polvo aguardaba indolente a ser perturbado por mis inquietas botas. Observé brevemente las opciones y al final escogí el pasillo derecho.
En unos pocos pasos había llegado a su fondo. La estancia se encontraba aparentemente vacía, y me hallé feliz de tal hecho, pues las apariencias del lugar invitaban a posibles inquilinos del todo indeseables. Tres celdas frente a mí y otras tres a mi espalda. Paredes de baldosas que en su día fueron blancas, hacían reflejo de la pobre luz que la tormenta de fuera conseguía deslizar a través de unos ventanucos miserables, cercanos al techo. En cada celda y tras unos barrotes oxidados, una cama, a veces una litera. Podredumbre y un intenso olor a moho inundaba mis fosas nasales. Al final del pasillo, un escritorio de madera barata y una silla vieja de oficina.
Me giré hacia mi compañera y la pregunté qué le parecía aquel lugar.
- Un antro. Un asqueroso local para grabar porno cutre y barato. -Y debió de dar por zanjada la cuestión de si seguir o no explorando el lugar, al parecerla a ella que aquel tugurio poco podía ofrecernos en materia de aventuras.
No podía dejar de darle la razón: los pósters en la entrada, las camas en cada estancia... pero ofrecía un algo inquietante, un je ne se quoi perturbador que me mantenía intranquilo. ¿Celdas con barrotes?, ¿Qué se grababa aquí?.
Dejé volar mi imaginación unos instantes, imaginando posibilidades: no solo se grababa porno consentido, también traían aquí a chicas forzadas, secuestradas, para hacer otro tipo de películas...el público exigía más a los maestros de ceremonia, más sangre, más emociones políticamente incorrectas, más morbo delirante, deformidades grotescas del alma y era su obligación dárselo. A cualquier precio.
Aparté esos pensamientos perturbadores y desagradables y tras observar el hermoso rostro de mi compañera, me encaminé a la salida.
Afuera, en la calle, la tormenta seguía castigando Madrid, intentando purificar la inmundicia física y moral que la cubría. Apartándonos de aquel desagradable portal, nos refugiamos en un soportal de amplio techo, y observamos, callados la lluvia.
Quise acercarme más a ella, tenía un terrible presentimiento de pronto. Como cuando en la vigilia crees precipitarte hacia el vacío,y despiertas tembloroso completamente a salvo en tu cama.
-Es solo un sueño- Murmuras, y vuelves a dormirte. Pero aquella sensación no acababa, no podía volver a dormirme. Algo horrible, de proporciones aberrantes iba a trastocarlo todo. Mi ritmo respiratorio decreció visiblemente, ¿qué me estaba sucediendo?. Alcé la vista y vi los ladrillos grisáceos, empapados de los edificios cercanos. La alcé más y distinguí el cielo nublado, las farolas esparciendo su luz amarillenta, y a través de su luz amarillenta, finas y alargadas gotas de lluvia, en constante caída.
La alcé aún más y tan solo quedó el firmamento. Fue entonces cuando dejé de pensar. Un punto luminoso caía desde lo alto hacia la ciudad, allá a lo lejos. Tras su caída una estela de humo formaba una ondulada y bulbosa estela. Se me heló el corazón y una garra inhumana del terror más absoluto apresó mis entrañas. Comprendí entonces que aquello era un heraldo, un mensajero del apocalipsis tecnológico. Cuando aquel punto luminoso tocara tierra millones de vidas se extinguirían en un instante. Las que sobrevivieran comprenderían que ya nunca nada sería como hasta entonces.
Tan rápido... el punto desapareció de mi vista demasiado rápido, apenas había tenido tiempo de pensar nada, de hacer nada.
Aún permanecía la estela en la lluvia, cuando un estallido de luz prístina, blanquísima, vino hacia nosotros, engulliéndonos y pasando a través nuestra. Creció un bulbo, después el bulbo se transformó en una seta, y en apenas unos segundos apareció la forma de un árbol de copa redonda, con humo y llamas en sus ramas.
No soporté más aquella visión y aparté la mirada. Por algún milagro biológico me encontré de pronto en calma. Miré a mi compañera. En sus pupilas increíblemente grandes aún podía distinguir el árbol de la destrucción.
- No sigas mirando. Solo somos tú y yo ahora. Quiero que seas lo último que mi cuerpo sienta cuando llegue el final.- Paré y la agarré de la cintura, fuertemente. Su presencia era tan real y su belleza tan radiante, ahora efímera...
- Bésame.- Y aferrándome con pasión a su cuerpo estrechamos nuestros labios. El estruendo llegó y pasó, una ola de calor inmenso abrasó nuestros cuerpos y ya nada pudo inquietarnos. Había llegado el final de nuestras vidas.

martes, 10 de enero de 2012

Poesía árabe ( Nizar Qabbani)

Lo que en tu amor más me atormenta …
es que no pueda quererte más…
Y lo que a mis cinco sentidos más angustia
es que solo sean… cinco…
Una mujer extraordinaria como tú
necesita extraordinarios sentimientos
pasiones extraordinarias
extraordinarias lágrimas
y una cuarta religión
que tiene sus normas y sus ritos, su paraíso y su infierno.
Una mujer como tú
necesita libros que para ella sola sean escritos…
y una especial tristeza para ella sola
y una muerte especial para ella sola
y un tiempo con millones de cuartos
que sólo ella habite…
Pero yo, pobre de mí,
no puedo moldear los segundos
en forma de anillos y ponerlos en tus dedos
porque el año se ordena por meses
los meses por semanas
las semanas por días
y mis días están dictados por el paso de la noche y la mañana
en el violeta de tus ojos.



Lo que más me atormenta del lenguaje… Es que no sea suficiente…
Y lo que más me angustia de la escritura es que no te describa.
Eres una mujer difícil…
una mujer que no ha sido escrita…
Mis palabras jadean como caballos en tus colinas…
y no son suficientes para cruzar tus iluminadas distancias…
No hay dificultad contigo…
mi dificultad es tu alfabeto…
que con veintiocho letras, no me basta para cubrir
un centímetro de tu cuerpo…
ni para elevar una plegaria de agradecimiento
a tu bello rostro…
Lo que en tí me entristece
es que seas muchas mujeres
y el lenguaje uno…
¿Qué propones que haga
para corregir mi lenguaje
y apartar esta lejanía
entre el barro y los dedos,
entre tu lisa extensión
y mis enterrados ríos en el hielo,
entre el océano de tu cintura
y la avidez de mis naves
en descubrir la redondez de la tierra?



Me apropio de las bellas palabras, de su sabio uso, del maestro Nizar. ÉL supo expresar sentimientos, pensamientos y emociones del modo más bello. No estoy a su altura, y en su honor y teniéndote siempre presente a ti en mi pecho, esta poesía te la dedico.