Beber para olvidar. Me propongo comprobar el clásico. De forma metódica, trago a trago, tal vez consiga alejar los fantasmas, o distraer el traicionero pensamiento unas horas.
No quiero llorar, sólo beber. Para alguien como yo, no acostumbrado al juego esto es toda una experiencia.
Como un ritual me acomodo a ello.
Primero el tacto frío del cristal de la botella. Luego un giro de muñeca desenrosca el tapón. La última ascensión y el líquido ardiente fluye por mi boca.
El calor.. su pugna contra el frío glacial de mi interior, el que trajeron sus palabras, apenas entendidas, que no quería entender, leídas con el corazón de rodillas.
Espero. Mi mente se va enturbiando, todo es difuso, olores, colores.. todo es sutil. Mis neuronas pierde sus conexiones.
Las ideas estúpidas, los recuerdos antes dulces, ahora hirientes, van siendo enterrados, ahogándose todos en un mar de absenta azul de 80º.
Curiosa ironía, regalo de ella. Recuerdo de tiempos preciosos, suaves y hermosos, como terciopelo.
Azul.. azul es el líquido, azul esperanza.. ¿o era el verde? qué más da. Ya no hay esperanza de nada.
Tan solo que el tiempo actúe de la forma en que lo hace siempre, haciendo olvidar, haciéndote ver todo bajo otro prisma. Cerrando las heridas, ahora sangrantes y dolientes.
Pero éstas no son de las que sanan rápido, el proceso será lento y tengo la impresión nefasta de que la cicatriz quedará siempre. Testigo mudo de una época que para mí, acabó para siempre.
Ya nada importa. Nada será jamás igual pues todo ha cambiado. Lo que se pierde no puede ser recuperado sin pagar un alto precio, o simplemente.. no se puede recuperar.
Todo es absurdo. 35 minutos 35 segundos. En 35 minutos 35 segundos acaba una historia que perduró durante 4 años y medio. Los principios pertenecen a los cuentos de hadas pero los finales.. son pertenencia exclusiva de los infiernos. Son los malignos quienes tienen la última palabra.
Ya no siento nada. Caigo hacia un mar ardiente. El pandemónium me acoge en su regazo. Es curioso.
Es azul.
No quiero llorar, sólo beber. Para alguien como yo, no acostumbrado al juego esto es toda una experiencia.
Como un ritual me acomodo a ello.
Primero el tacto frío del cristal de la botella. Luego un giro de muñeca desenrosca el tapón. La última ascensión y el líquido ardiente fluye por mi boca.
El calor.. su pugna contra el frío glacial de mi interior, el que trajeron sus palabras, apenas entendidas, que no quería entender, leídas con el corazón de rodillas.
Espero. Mi mente se va enturbiando, todo es difuso, olores, colores.. todo es sutil. Mis neuronas pierde sus conexiones.
Las ideas estúpidas, los recuerdos antes dulces, ahora hirientes, van siendo enterrados, ahogándose todos en un mar de absenta azul de 80º.
Curiosa ironía, regalo de ella. Recuerdo de tiempos preciosos, suaves y hermosos, como terciopelo.
Azul.. azul es el líquido, azul esperanza.. ¿o era el verde? qué más da. Ya no hay esperanza de nada.
Tan solo que el tiempo actúe de la forma en que lo hace siempre, haciendo olvidar, haciéndote ver todo bajo otro prisma. Cerrando las heridas, ahora sangrantes y dolientes.
Pero éstas no son de las que sanan rápido, el proceso será lento y tengo la impresión nefasta de que la cicatriz quedará siempre. Testigo mudo de una época que para mí, acabó para siempre.
Ya nada importa. Nada será jamás igual pues todo ha cambiado. Lo que se pierde no puede ser recuperado sin pagar un alto precio, o simplemente.. no se puede recuperar.
Todo es absurdo. 35 minutos 35 segundos. En 35 minutos 35 segundos acaba una historia que perduró durante 4 años y medio. Los principios pertenecen a los cuentos de hadas pero los finales.. son pertenencia exclusiva de los infiernos. Son los malignos quienes tienen la última palabra.
Ya no siento nada. Caigo hacia un mar ardiente. El pandemónium me acoge en su regazo. Es curioso.
Es azul.